DÍA 20: EL DÍA QUE ENCONTRÉ A ERNESTO

08-08-2012


MERIDA - CAMPECHE - PALENQUE  (533 km)
















La ruta de hoy empezaba justo en la Plaza del Zócalo de Mérida. Como en las incontables ocasiones anteriores me até el casco, me subí a la moto y justo cuando iba a apretar el botón de arranque apareció ERNESTO. Primero se mostró algo tímido, pero luego se animó y ya no paró en un buen rato de darme la lata. No me apetecía nada, pero tuve que llevarlo conmigo pues no me quedaba otra, y en los próximos días íbamos a resultar inseparables muy a mi pesar. Nuestros caminos se habían juntado casualmente pero ya me iba a costar muy mucho deshacerme de él.

Enseguida hizo mi avance mucho más lento, pero es que a veces éste resultaba casi imposible y todo por su culpa y su insistencia enfermiza por acompañarme a todas partes. Tal vez pensaréis que soy un tío poco sociable (que también), pero es que vosotros no habéis conocido a Ernesto como yo.  Quizás será mejor que os lo presente y así juzgáis vosotros mismos. Éste era Ernesto: 

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(foto de la red)



Ernesto era un Huracán de categoría 1 que entró a México en la zona del Caribe con vientos sostenidos de 140 km/h, y cuya fuerza fue variando pasando de huracán a tormenta tropical dependiendo de los momentos. Fueron evacuados  miles de turistas de las zonas mexicanas, pero a mi... nadie me avisó... jajaja.

(fotos de la red)








Bueno, pues la cuestión es que el simpático muchacho se marcó una ruta coincidente con la mía y ello significó de inmediato que las tormentas que hasta ese momento duraban una horita, pasaran a durar cinco o seis y con fuerte viento, de manera que el ya gastado traje de lluvia que me acompañó al viaje Barcelona-Japón de hace un par de años y me sirviera para sobrevivir a los aguaceros coreanos, hoy día el pobre sólo me mantenía a salvo media horita, y a partir de ahí ya el resto del día era convivir con la asquerosa sensación de ir empapado como un pato, con los atributos en remojo e intentando que una ráfaga traicionera no me mandara precipicio abajo. Poca broma, pues el simpático chico acabaría dejando doce muertos a su paso sólo por México...

(fotos de la red)














Como decía, cuando conocí a Ernesto éste empezó tímido y, aunque mojadito, me permitió entrar en el Estado de Campeche, de nuevo sin demasiados problemas con los controles militares a pesar de mi situación administrativa. Y más tarde pude llegar hasta la ciudad de CAMPECHE, la cuna de los hombres "campechanos" (¿os suena de algún monarca conocido y cercano de esos que van a cazar elefantes?).


Campeche es un pueblo marinero.



Monumento a la mujer "campechana". ¿Será ésta la famosa querida del real "campechano"?


En el paseo del Malecón encontramos el Monumento a la Hispanidad, en el que vemos a un fraile bendiciendo se supone la toma de posesión del conquistador, todo ello bajo la atenta mirada del jefe nativo que ni se imagina que su mundo está a punto de cambiar para siempre y en breve su pueblo va a ser esclavizado para trabajar en las minas de metales preciosos en las famosas "encomiendas" y los que sobrevivan, después serán casi exterminados por las enfermedades como el sarampión que los recién llegados van a traer consigo a la desvalida población local sin defensa inmunológica ante tan invisible y mortal ataque.



Seguimos avanzando por el Malecón, e inevitablemente me viene a la cabeza una de las mejores canciones de los mexicanos Maná, "En el Muelle de San Blas": 

"Ella despidió a su amor
El partió en un barco en el muelle
De San Blas
El juró que volvería y empapada en llanto
Ella juró que esperaría

Miles de lunas de lunas pasaron
Y siempre ella estaba en el muelle, esperando
Muchas tardes se anidaron
Se anidaron en su pelo y en sus labios.

Llevaba el mismo vestido
Y por si el volviera no se fuera a equivocar
Los cangrejos le mordían
Sus ropajes, su tristeza y su ilusión
Y el tiempo se escurrió
Y sus ojos se le llenaron de amaneceres
Y del mar se enamoró
Y su cuerpo se enraizó en el muelle 

Sola, sola, en el olvido
Sola, sola con su espíritu
Sola, sola con su amor el mar
Sola, en el muelle de San Blas 

Su cabello se blanqueó
Pero ningún barco a su amor le devolvía
Y en el pueblo le decían
Le decían la loca del muelle de San Blas
Y una tarde de abril
La intentaron trasladar al manicomio
Nadie la pudo arrancar
Y del mar nunca jamás la separaron 


Sola, sola, en el olvido
Sola, sola con su espíritu
Sola, sola con su amor el mar

Sola, en el muelle de San Blas 

Sola, sola se quedó."




Pues aquí la tenéis, "la Novia del Mar" esperando a su amado a quien el mar ya no le va a devolver.





Campeche fue en su época a menudo atacada, asolada, saqueada e incendiada por piratas (aquellos de Belize), de manera que al final los habitantes acabaron fortificándola y alzando las murallas. Hoy día su centro histórico es Patrimonio de la Humanidad y constituye una visita turística muy agradable.

Aquí vemos el Baluarte de San Carlos.



Fuente curiosa e Instituto Campechano donde se supone pues que debió de estudiar aquél rey de los elefantes...


Mural relativo a la fundación de la ciudad.


La Puerta Mar de la muralla.



La Catedral de Nuestra Señora de la Purísima Concepción.


Aquí uno muy campechano que pasea en dirección a la Biblioteca por el Parque Principal, el corazón del casco antiguo.


Soportales y arcos en la plaza.




Calles con colorido.



Ex-templo de San José (actualmente Museo), en el que empezamos a ver la decoración de fachadas con azulejos tan característica de México y que esperemos encontrar en unos días más al Norte. A destacar la curiosidad de que el edificio incorpora un faro, que aparece a la derecha, y cuya luz circular constante que se veía a kilómetros de noche debía de darle al templo un cierto aire a puti-club de carretera, jajaja.


Detalle de la azulejería.


Las calles de Campeche son todo color, de forma que el paseo se hace muy agradable.


Puerta Tierra y frente a ella el Baluarte de San Francisco.


Ernesto empezó a ponerse pesadito con la lluvia pero había que avanzar.


Por el camino encuentro un pueblo "Super Che" (súper chévere), jajaja. 


Por cierto, creo recordar que en el mismo pueblo o en el próximo vi un restaurante con un cartel que rezaba: "Servimos pollo al estilo Sinaloa". Cualquiera que se haya leído "La Reina del Sur" del polémico Arturo Pérez-Reverte (no la peli, que como siempre es un sucedáneo), estará deacuerdo conmigo en haber imaginado que el "estilo Sinaloa" (tristemente famosa por sus cárteles de la droga) consiste en ser atado a una silla y a medida que te van poniendo trozos de pollo en la boca te arrancan las uñas, te machacan los dedos con un martillo o te hacen un tatuaje a golpe de cigarrillo, para terminar el plato con un par de balas en los sesos, antes de meterte en un saco y colgarte boca abajo en un puente sobre la autopista...

Que sí, que soy un exagerado y seguro que en Sinaloa hay bellísimas personas, pero es que cuando uno ya lleva unas cuantas horas bajo la lluvia y te vas quedando pajarito y encogido, llegan las paranoias y hay que montarse historias para mantener a la mente distraída.

Entre pitos y flautas y carreteras de segundo orden primero entré en el Estado de Tabasco y no a mucho tardar llegué al Estado de Chiapas ("tierra de maravillas naturales") y de la Revolución y la Guerrilla Zapatista por cierto...



Cuando empecé a negociar las curvas ratoneras de las montañas de Chiapas Ernesto se me puso ya muy tonto y abrió el grifo para hacer caer toda el agua que pudo sobre mi. La cámara de fotos tuve que dejarla varias horas a buen recaudo. A media tarde estaba hasta las mismísimas pelotas de agua y viento y agradecí llegar hasta el pueblo de Palenque y encontrar cama en un hotelito agradable, donde me disculpé por el reguero de agua que dejé a mi paso en la recepción y en mi penoso caminar hacia la habitación en cuya cama me desplomé por un buen rato.

Por suerte, a tiro de paraguas y unos pocos charcos había un cibercafé donde conectarme con el mundo exterior y poco más allá un modesto chiringuito de tacos (es decir una taquería) donde comer algo por primera y única vez en todo el día (como casi siempre en este viaje excepto cuando el alojamiento incluye desayuno y consigo que lo sirvan muy temprano).


Y hasta aquí llegó mi primer día con Ernesto, quien cuando anocheció y me vió a cubierto parece que se cansó ya de mandar agua pabajo. ¿Se habría quedado atrás en nuestra carrera personal mano a mano hacia el Golfo de México, o por el contrario era él quien me habría adelantado?  Por la mañana íbamos a saberlo. 



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